En la sala "Cabo Mayor" reside el núcleo central de la Colección Sanz-Villar y la principal seña de identidad del Centro de Arte Faro Cabo Mayor: una cuidada selección de las obras de Eduardo Sanz dedicadas a los principales faros y paisajes del litoral español, en la que se pone el acento alternativamente en la sólida arquitectura de estas construcciones, su impresionante presencia paisajística o el diálogo cromático del faro y la naturaleza.
La Sala Cabo Mayor es el corazón del Centro de Arte y ocupa el espacio de la antigua casa de los fareros. Allí se expone el núcleo central de la colección Sanz-Villar, que está constituido por más de dos centenares de piezas de gran y mediano formato y por un abrumador conjunto de casi mil dibujos, acuarelas, grafitos… dedicados por Eduardo Sanz a los principales faros del litoral español. La coherente y significativa selección de obras integrada en la exposición permanente del Centro conforma una de sus principales señas de identidad, pues los faros han representado una constante referencia en la dilatada trayectoria artística de Sanz.
El propio artista destaca haber sentido “gran fascinación por los destellos y ocultaciones incansablemente repetidas que emiten esas luces que nos acompañan en sus noches, las fui sintiendo y penetraron en mi memoria hasta lo más hondo, lo mismo que durante el día con su majestuosa y vertical soledad”, hasta concluir que “entre el faro y yo siempre existió una profunda amistad y afecto” producto de los cuales es la “total dedicación” a un peregrinaje que le ha llevado “por todos los faros de la costa española en distintos viajes a las Islas Canarias y Baleares, de Bayona a Bayona, de Ayamonte a Palos, etc”.
Una trayectoria vital y artística ligada a los faros, en una larga amistad que comienza con sus primeras vistas del faro de Mouro y culmina con el viaje por los faros españoles comenzado en 1979. Esa peregrinación visita los faros de la geografía española a todas las horas y desde todas las perspectivas, poniendo el acento alternativamente en su sólida arquitectura, su impresionante presencia paisajística, su majestuosa soledad, su vertical geometría o el diálogo cromático del faro y la naturaleza. Tras recalar en los faros andaluces (Torrox, El Rompido, Picacho, Chipiona, San Sebastián, Trafalgar), vascos (La Galea, Higuer, Gorlitz, Machichaco), canarios (Entallada, Tostón, La Gomera, Rasca, Punta Pechiguera, Punta Sardina, Fuencaliente), asturianos (Torres, Lastres), gallegos (Punta Nariga, Punta Villano, Punta Roncado y Laxe, Sisargas, Isla de Arousa), baleares (Favaritx, Isla del Aire, Formentor), murcianos (Escombreras, Portman, Cabo Tiñoso, La Hormiga, Cabo de Palos), catalanes (Islas Medas, Cadaqués, Sernella y Creus) o cántabros (Castro Urdiales, Mouro, Cabo Mayor, Santoña, La Cerda, San Vicente de la Barquera, Ajo, La Horadada, Suances), se cierra ahora con la vuelta a Cabo Mayor, tras un giro completo –como la luz del faro- por el litoral español.
En todas sus vistas de faros Sanz, dotado de una virtuosa facilidad manual, reproduce con deslumbrante exactitud fotográfica unos escenarios solo engañosamente naturalistas pues en ellos converge toda su larga trayectoria vanguardista. Incansablemente repetidos, duplicados o versionados, esos faros culminan su interés por los códigos de señales, los espejos y los juegos geométricos, convertidos en fetiches, en auténticas referencias, en metáforas que enlazan y ordenan toda su inquieta creación.
La nueva disposición de las obras en las salas Cabo Menor y Cabo Menor Temporal se articula a partir de la escultura en hierro del escultor cántabro Daniel Gutiérrez Adán, situada en primer término al acceder a la sala. A lo largo del recorrido permanecen las señas de identidad de la colección, representadas en el carácter ecléctico e intergeneracional de los fondos, así como en la diversidad de técnicas artísticas y recursos, tales como la pintura al óleo, la pintura sobre papel, el collage, la fotografía, el grabado o el dibujo.
En la Sala Cabo Menor, contigua a la Sala Cabo Mayor, se expone una selección del fondo artístico integrado por un centenar de piezas producidas, fundamentalmente, por artistas españoles a los que Eduardo Sanz ha ido adquiriendo a lo largo de los años obras inspiradas en la temática del faro. Parte de ellas son compradas y otras producto de intercambios, ya que la mayoría de estos artistas son amigos y compañeros de Sanz.
En consecuencia, la sala alberga una selecta representación de las vanguardias artísticas españolas de la segunda mitad del siglo XX, en todos los soportes y técnicas, desde la escultura y la pintura, al dibujo, la fotografía y la gráfica. Entre ellos cabe destacar a su esposa, la pintora Isabel Villar, y a su hijo Sergio Sanz Villar, que hacen también del faro testigo de las “tiernas mitologías” de Isabel y de los paisajes melancólicos de Sergio.
También los demás, como homenaje a su anfitrión, concurren en torno a la temática del faro desde las más variadas perspectivas. Unos se detienen en su –en ocasiones cubista- geometría (Eduardo Arroyo, Joaquín Peinado, el escultor Daniel Gutiérrez, Collantes, Antonio Rojas, Tom Car, Regina Giménez, Carlo Fayer, Rosa Torres, Sampol, Eduardo Gruber, Gerardo Aparicio) o en su imponente arquitectura (Dis Berlin, Carmen Pagés, Eduardo Úrculo). Otros, asocian el faro con el paisaje extremo que lo circunda. Son, a veces, paisajes mágicos (Pérez Villalta, Ángel M. Charris, Claudine Cloweiller, Juan Romero, Manuel Alcorlo); otras, paisajes delicados (Xavier Valls, García Alix, José Caballero, Carmen Bustamante, Pérez Esteban, Emilio González Saiz), desolados (María Girona), amenazadores (Pennetier, Pablo González, Juan I. Macua, Luis Cruz Hernández, Luis F. Aguirre, André Cottavoz) o sencillamente imponentes, con los faros encaramados sobre las peñas (Ferreño, Joaquín Capa, Miguel Echauri, Arturo Revuelta, Doreste). Hay también paisajes fotográficos (Miguel Bolado, Ángel de la Hoz, Ciuco Gutiérrez) y paisajes gráficos, desde el humor amigable del Santander resumido por Alfredo al simbolismo negro recordado por El Roto, pasando por Mariscal y Máximo.
En otras ocasiones son bodegones con faro (Alfredo Alcaín, Francisco Echauz, Luis Saez, Ricardo Toja) o faros literarios (José Ramón Sánchez). Otros faros, sencillamente, se limitan a poner luz y orientación en la noche (Ángel Pascual) y los hay que son, en definitiva, el extremo invisible de la ruta hacia otras realidades (Pablo Quert, Rafael L. Setién). Y no faltan los homenajes a Eduardo Sanz, convertido en San Virila en la fotografía pintada por Juan A. González de la Calle. La obra de Sanz es a veces citada explícitamente, como en las aportaciones del escritor Marcos R. Barnatán –autor de varios textos sobre la obra de Sanz- o de la pintora Sara Huete que introducen en sus montajes las pequeñas piezas plásticas con el faro y el balandro con las que Sanz ha jugado en sus obras. Finalmente el faro centra las miradas de todos estos artistas y adquiere una magnitud metafórica erigiéndose, como titula Sara Huete, en lo que sirve de guía a la inteligencia o a la conducta.
La sala "Anular" es el espacio en el que, además de brindarse una especial atención al Faro de Cabo Mayor, se ofrece un original acercamiento al mundo de los faros mediante referentes antropológicos, culturales y tecnológicos, y especialmente, a través de la rica iconografía que estas infraestructuras han generado sobre distintos soportes, incluido su estimulante papel en el imaginario infantil.
En la Sala Anular, emplazada en la base del faro, se presenta una atractiva aproximación a los valores históricos, funcionales y culturales de los faros a través de una selección piezas procedente de la serie de “objetos y curiosidades” de la colección Sanz – Villar. Un increíble catálogo de “cosas” diversas en el que se unen arte y antropología, con un guiño irónico a la cultura popular absolutamente posmoderno.
Se trata de una original mezcla compuesta de soportes tales como bisutería, envases, prendas de vestir, recortables, timbres de correos, libros, monedas, tarjetas postales, almanaques, logotipos, carteles, elementos decorativos, etc., que manifesta el potencial simbólico e iconográfico de los faros y la poderosa atracción metafórica y emocional que éstos ejercen sobre los seres humanos, con una cita particularmente expresa al imaginario infantil.
Este asombroso muestrario de objetos se ve complementado por apuntes sobre la historia de estas señales marítimas y su evolución tecnológica, un recorrido por los faros de Cantabria a través de obras de pequeño formato de Eduardo Sanz, y una especial referencia al mayor de los objetos que componen la colección: el propio faro de Cabo Mayor que, a manera de relicario, se contiene a sí mismo.
El “Atalayón de Cabo Mayor”, es el de mayor antigüedad, altura y alcance de toda la red de faros de Cantabria. Su espectacular emplazamiento, vinculado históricamente al acceso a la bahía de Santander, ocupa un papel destacado en la memoria cultural y afectiva de la comunidad. Este singular conjunto de edificios, dotado de un alto valor simbólico y patrimonial y una clara vocación marítima, se sitúa en el extremo noroeste de Santander, elevado sobre los acantilados y dominando la ciudad, el Cantábrico y el abra del Sardinero. Allí, desde antiguo, fogatas y banderas guiaban el acceso de los barcos a la bahía santanderina. Aunque en 1778 se trató de sustituir este rudimentario sistema por una torre, no es hasta 1833 cuando se aprueba la construcción de un faro de cantería –con diseño inicial del capitán de navío y cartógrafo Felipe Bauzá y versión definitiva de Domingo Rojí- que se enciende por primera vez el 15 de agosto de 1839.
En octubre de 2005 el faro de Cabo Mayor dejó de estar habitado por Técnicos de Señales Marítimas, los antiguos torreros. Atrás quedaban más de 160 años cuidando la incansable rotación del pesado sistema de lentes alrededor de un foco de luz fija producida con mecheros de aceite, con lámparas de petróleo, con bombillas eléctricas de incandescencia o con las actuales lámparas de vapor de mercurio. La torre luminosa, que seguirá alumbrando las entradas y salidas del puerto santanderino, ha transformado una parte significativa de sus instalaciones para acoger la colección Sanz-Villar y convertirse en un Centro de Arte comprometido con el mar, los faros y la creación contemporánea y en un foco de atracción cultural y paisajístico de primer orden.
Horarios
Martes a viernes de 11:00 a 13:30 y de 18:00 a 21:00 horas.
Sábados de 12:00 a 14:30 y de 18:00 a 21:00 horas.
Domingos de 12:00 a 14:30 horas.
Entrada Gratuita
Para concertar visitas de grupo: 942 203 648 o actividadesculturales@puertosantander.es
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