El mar Cantábrico experimenta mareas muy fuertes, que dos veces al día provocan oscilaciones del nivel del agua que van desde los 80 cm de una “marea muerta” a los 4’5 m de una “marea viva”. Esta es la causa por la cual la ría de Argoños aparece unas veces llena y otras vacía de agua, o apreciamos en la playa que la orilla se acerca o aleja.
Desde tiempos muy antiguos, en estas costas se ha utilizado la fuerza de las mareas para mover molinos, embalsando el agua con la pleamar y liberándola en la bajamar sobre los rodeznos de impulsión. Aunque sin duda las hubo más antiguas, estas instalaciones se extendieron por todas las rías de la costa cantábrica en el siglo XVII, con la introducción del cultivo de maíz.
El molino de marea es un artilugio que permite obtener energía de la diferencia de nivel de las aguas que producen las mareas, incluso de la corriente de las aguas al entrar en las marismas o estuarios. Con la energía conseguida de las mareas se realizaban diferentes tareas mecánicas como la molienda del grano cereal.
Un muro construido dentro del estuario permitía que por una compuerta se llenara el embalse en las pleamares, para que en la bajamar el agua acumulada pasara por unos canales para impulsar las palas de las ruedas hidráulicas, produciendo un movimiento rotatorio en la maquinaria, que se utilizaba para la molienda del grano o para otras actividades.