Esta ancestral fiesta pagana, que muy posiblemente es la más antigua de las que se conservan en la región, es una de las tradiciones con mayor proyección internacional, siendo un referente dentro de las mascaradas europeas.
Uno de los puntos fuertes de la visita es que es guiada por miembros de la asociación que pueden contar en primera persona los detalles de esta tradición, poniendo en valor aspectos que por lo general pasan desapercibidos.
Tiene lugar el primer domingo de Enero, salvo que coincida con Año Nuevo, en cuyo caso se trasladará al siguiente. Es el primer carnaval de Europa.
Fiesta declarada de Interés Turístico Nacional.
La adopción de rasgos zoomórficos da idea de su antigüedad, ya que existen figuras similares en las cuevas del paleolítico.
En la Cantabria prerromana los cultos eran de tipo naturalista. Se adoraba al sol, la luna, los ríos y las montañas. De aquí la primera de las teorías relacionadas con el nombre de la fiesta, el dios Jano, patrón de los rebaños que se representaba con dos caras: el bien y el mal, lo viejo y lo nuevo... De hecho, el pico que domina el valle, esta nombrado en su honor: Pico Jano.
Otro aspecto importante es la lucha del bien y del mal que culmina con la expulsión de los malos espíritus. Los Zarramacos representan, por un lado, las fuerzas del bien. Sus armas son el ruido, sus “porros”, y la exhibición de fuerza a lo largo de todo el día. Encarnando a las fuerzas del mal, están el Oso, el Zorrocloco y la Bruja.
El significado de estas mascaradas marca el fin del ciclo iniciado en Navidad. La comunión entre los vivos y los muertos; los espíritus visitaban sus antiguas moradas en las noches más largas del invierno, y ahora, con la llegada de la luz, es necesario que dejen en paz a los vivos. Por eso se les ahuyenta con sonidos infernales.
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