El municipio de Guriezo se extiende en torno al río Agüera, que lo cruza de sur a norte dando lugar al valle del mismo nombre.
La iglesia parroquial de San Vicente, en el pueblo de Rioseco, es su monumento más preciado. Se trata de un edificio de los siglos XVI y XVII con un grandioso pórtico configurado por un gran arco. El extraordinario retablo que conserva en su interior fue construido en 1658 por el maestro Martín de Arada.
En Guriezo podemos encontrar además un bello conjunto de casas populares montañesas de interés etnológico (La Corra), una cueva de la Edad de Bronce (Llaguno), las ermitas de San Antonio y San Mamés (en Llaguno y Lugarejos, respectivamente) y las casonas de La Magdalena y los Corro (El Puente). En esta última localidad llama la atención el puente viejo, de tres arcos de medio punto rebajado y que data del siglo XVI.
Su gastronomía es rica y variada. Sobresale un plato de curioso nombre, la «olla podrida«, junto a los quesos y la jalea.
Los amantes de la pesca pueden encontrar un fabuloso escenario para la práctica de este deporte en el río Agüera.
La forja del hierro y otros metales ha gozado tradicionalmente de gran desarrollo en Guriezo. Fruto de la proliferación de esta actividad es la antigua ferrería de la Yseca, que nos encontramos en el barrio de La Magdalena.
De las cuatro vetustas factorías documentadas de la zona, es la única que se conserva en buen estado, gracias a su restauración. A pie mismo del río se levanta la ferrería, frente al bello palacio de Marroquín, también conocido como casona de los Villota. El lugar, rodeado de un frondoso bosque de árboles centenarios (tejos, hayas, plátanos&hellip ), merece la atención del viajero.
La fábrica de La Yseca data del siglo XIII y en ella se pueden observar todavía los utensilios e instrumentos propios de las manufacturas de la época. El arte de forjar fue durante siglos una actividad muy extendida en Cantabria, que llegó a contar incluso con el Fuero de los Herreros, dictado por el rey Alfonso XI, lo que favoreció notablemente esta ocupación. Además, las pioneras ferrerías cántabras tuvieron especial incidencia en el desarrollo paralelo de otros sectores como el naval, contribuyendo de esta manera al prestigio de los astilleros.
No muy lejos de aquí, en Liérganes, se instalaron a comienzos del siglo XVII los primeros altos hornos que hubo en España, cuya misión fue la fundición de cañones con los que se armó a los buques que defendieron el imperio hispano durante siglos.
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