Este municipio recibe el mismo nombre que el río que lo atraviesa formando un estrecho valle. Su actividad económica se basa, como en la mayor parte de Cantabria, en la ganadería, con predominio del vacuno de raza holandesa. La ganadería se complementa en la zona alta del valle con la explotación forestal y en las tierras más bajas con la agricultura, dedicada al maíz, las alubias y las patatas.
Desde el punto de vista histórico, las primeras pruebas de presencia humana en Miera datan del Cuaternario, como prueban tres importantes cuevas prehistóricas («Rascaño» en Mirones, «Piélagos» en Mortesante y las «Del Salitre» en el barrio de Ajanedo) en las que se han hallado pinturas en rojo y negro y fauna fósil con osamentas de osos y otros animales.
Su situación especial, resguardado entre las montañas, convirtió a este municipio en sede de uno de los monasterios medievales más antiguos de la región, el de Santa María de Miera, del que se tienen noticias a partir del siglo XI. En La Cárcoba nos encontramos en la actualidad la iglesia parroquial de Santa María, del siglo XVII, barroca en su exterior con portada muy sencilla y grandes volutas y abovedamiento gótico estrellado en el interior.
El municipio es rico también en construcciones populares.
La naturaleza, casi intacta, favorece la práctica del senderismo.
La Cárcoba, capital del municipio de Miera, comparte por su cercanía con las villas pasiegas -principalmente con San Roque de Riomiera- gran parte de sus costumbres y formas de vida.
El río que le da nombre define un singular paisaje, en el que las variadas formas calizas que le rodean confieren una irregular topografía a sus laderas, salpicando de verde los parajes de excepcional belleza.
A destacar la gran cantidad de cavidades naturales de la zona.
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