HISTORIA DE LOS PUEBLOS
Argomilla
Su origen toponímico procede de la planta Ulex europaeus llamada árgoma o árguma, según la zona de pronunciación y aquí conocida con el nombre de “escajo”. Este matorral, muy extendido en el norte y noroeste de la Península Ibérica, es abundante en Cantabria.
El topónimo Argomilla se documenta por primera vez en el s. XV, en el Apeo de las Asturias de Santillana de 1404. Hasta esa fecha este pueblo se designaba con el nombre de Sant Andres de Cayón, en referencia a la abadía allí existente desde el s. XII. En El Libro Becerro de las Behetrías se cita: “este logar es de behetría e esta por Gutierre Díaz de Ceuallos e por filios de Alfonso Rodríguez de Obreion”. Es decir, que sus habitantes, a pesar de ser libres, dependían de los Ceballos y Obregón. Hernando González de Ceballos, Abad de San Andrés de Cayón, fundó mayorazgo en su hijo Juan de Ceballos de San Andrés en el año 1377. Este hecho se cita en el Memorial al rey nuestro señor de D. Manuel Francisco de Ceballos, caballero del hábito de Calatrava, dueño de las casas solariegas de Ceballos en los valles de Cayón, Buelna y Toranzo, entre otros: “en la Abadía de San Andrés que es una de las iglesias más antiguas de España, su fábrica toda de sillería, por dentro y fuera y muy parecida a la iglesia de Santa Juliana, de la villa de Santillana, fundación de la Infanta Fabimilda, hermana del rey don Pelayo, de esta depende, entre otras la iglesia de San Tocilde”.
A la iglesia circundaba un término redondo de una legua de circunferencia, con tierras, prados, huertas, árboles frutales y de sombra; próxima a ella estaba la casa principal y cinco casas más de renteros.
Todavía en el s. XVIII la abadía de San Andrés dependía de don Francisco Javier de Ceballos Guerra, caballero de la Orden de Calatrava, aunque para ello los Ceballos, hubieron de pleitear durante el transcurso de dos siglos.
En el Diccionario de Madoz de 1845, se define Argomilla como “un pueblo perteneciente al Ayuntamiento de Santa María de Cayón, situado al margen del río Pisueña y al pie de la sierra que mira al sur, bien combado de los vientos y con un clima sano. Tiene 48 casas, iglesia parroquial de San Andrés Apóstol, una ermita con la advocación de San Roque, escuela de primeras letras y una fuente de excelente calidad para el surtido de los vecinos. Los caminos se reducen a senderos de pueblo en pueblo, de malísimo piso en tiempo húmedo, produce granos y pasto; y cría ganado de diferentes especies”
Esles
Su origen es hidrotoponímico, es decir que hace referencia al agua. Esles procede de la raíz indoeuropea - eis/is- “moverse rápida, impetuosamente”, a la que se añadió el sufijo –la/-lo: eis-l-is o eis-las > Esles.
El municipio encuentra la cita documental más antigua de Esles, en el año 811, con la fundación del doble monasterio de San Vicente de Fístoles, en el Alto de San Vicente. Este monasterio fue uno de los más importantes de la región, viniendo a enterrar aquí el Conde Gundesindo, que gobernaba estas tierras en nombre de Alfonso II El Casto. El Libro Becerro de las Behetrías del año 1352 habla de Esles como lugar de behetría y abadengo de Sant Ander.
En el siglo XVIII en el monte se plantaban robles y hayas. Los labradores sembraban maíz, trigo y alubias. Había diferentes molinos, en la actualidad no queda ninguno. Varios herreros que aprovechaban el caudal de los regatos, un sastre y varios carpinteros. La mayoría de los vecinos eran ganaderos con ganado mayor y menor, como se citaba en la época. Tres sacerdotes se ocupaban del servicio. Durante casi tres siglos, la población fue disminuyendo debido a la emigración a América, lo que permitió a los indianos aportar con sus donaciones mejoras en la calidad de vida.
El Diccionario Madoz de 1845 se refiere a Esles como un pueblo perteneciente al municipio de Lloreda, pues durante unos pocos años formaron ayuntamiento propio; se sitúa en la falda de un monte con clima bastante sano. Tiene 45 casas, iglesia parroquial, tres ermitas y una fuente de aguas potables. El terreno es de superior calidad especialmente para pastos, y le fertilizan las aguas del río Parayas, que mueve las ruedas de dos molinos harineros.
La Abadilla
El origen del topónimo de La Abadilla deriva del diminutivo de vado, vadilla, paso estrecho referencia al existente entre el río Pisueña y su afluente el Suscuaja. La Abadilla sería una reconstrucción posterior de carácter popular.
En el Libro Becerro de las Behetrías del año 1352 aparece La Abadilla como lugar perteneciente al obispado de Burgos y en el Apeo de las Asturias de Santillana de 1404 se menciona que era behetría de los Ceballos.
En el s. XVIII, junto con el maíz llegado de América, se sembraban en sus terrenos alubias, trigo, lino y fruta. Además, existía una plantación de robles que se explotaba para el Real Astillero. Asimismo, numerosos prados estaban dedicados al ganado, entre el que se encontraban vacas de vientre, novillas, machos mulares y bueyes.
El Diccionario Madoz de 1845 lo recoge como un pueblo perteneciente al ayuntamiento de Cayón, situado en la margen derecha del río Pisueña, con 51 casas, iglesia parroquial dedicada a San Esteban Protomártir y tres ermitas, San Antonio, San Agustín y San Francisco y San Lázaro. El terreno se define como productivo y de buena calidad.
Debe señalarse que Sarón es un barrio de La Abadilla cuyo crecimiento a lo largo del s. XX le ha convertido en el centro comercial y demográfico del valle.
En el pueblo de La Abadilla, en el año 1840 vivía el matrimonio formado por don Antonio Saro y doña Margarita Galbán. Este matrimonio era dueño de muchas fincas, de ermitas y eriales que cruzaban de norte a sur de la carretera Guarnizo-Villacarriedo. Aprovechando la situación estratégica de sus terrenos, su hijo Juan Antonio de Saro Galbán emprendió la construcción de un edificio destinado a la venta o parada, con cuadras accesorias y terrenos para el ganado.
Este hecho, propiciado por la construcción poco después de la carretera nacional 634, revalorizó la zona y provocó un aumento comercial y demográfico.
Don Juan Antonio Saro era un hombre muy fornido y de gran estatura, con poblada barba siempre portaba un bastón. Su aspecto le granjeó el apodo de “Sarón”, conociéndose la venta que había construido como “Venta Sarón”; de esta manera, poco a poco el apodo se extendió a todo el barrio y originó el actual topónimo.
A principios del s. XX con la instalación del ferrocarril Astillero-Ontaneda se fueron levantando más casas, posadas y fondas que atendían a la línea de la diligencia a Villacarriedo al tiempo que la actividad comercial iba creciendo con el establecimiento de la que, hasta la creación de la Feria Nacional de Ganados de Torrelavega, sería la principal feria ganadera de la región, celebrada los días once, veintidós y último de cada mes. De este modo, nacieron la panadería, la farmacia, la “Casa Lavín”, el banco, el Gran Casino, con salón de baile, el campo municipal de fútbol, la herrería, la barbería, la droguería, etc. En el año 1923 se fundó el Club Deportivo Cayón y poco después, en 1929, se construyó el mercado con apertura semanal.
En su corta historia, Sarón ha contado con muchos emprendedores. A la persona de su fundador, se unen otros como don José Luis Gómez García, director del Banco de Santander en esta localidad; don Leopoldo Gómez, que instaló la primera industria de sierra mecánica; don Leopoldo Gómez, su hijo, promotor y constructor de las primeras viviendas por pisos; don Eusebio Gómez García, que levantó a sus expensas el templo parroquial y creó una fundación cultural que aún hoy funciona, o don Antonio Lavín, dueño de la fábrica de ladrillos de La Tejera, constructor de El Casino e impulsor del Club Deportivo Cayón.
La Encina
El nombre de este pueblo pertenece a la familia de los fitotopónimos, es decir, relativo a la vegetación, en este caso al Quercus ilex bajo el que era costumbre de los pueblos del norte celebrar concejos y asambleas.
Las primeras citas documentales de La Encina aparecen en el año 1352 en el Libro Becerro de las Behetrías, como lugar de Behetría de los Ceballos salvo un solar del Abad de Miera.
En el s. XVIII había un molino harinero de dos ruedas en el sitio de Torrentero, el cual continúa en pie actualmente, junto con otro en el sitio de Ruedas. Abundaban las tierras labrantías con prados y huertos, higueras, perales, manzanos, ciruelos, castaños y nogales. Se sembraba maíz, trigo y alubias. En cuanto al ganado que se criaba eran vacas de leche, novillas, cerdas y potros de recría.
El Diccionario Madoz de 1845 lo describe como situado en un llano con libre ventilación y clima saludable. Tiene 18 casas, una iglesia parroquial y una fuente de buenas aguas.
La Penilla
La Penilla es un orotopónimo, es decir, un topónimo de carácter morfológico, que en este caso se refiere a la altura y elevación peñascosa. La Penilla es un diminutivo del latín “pina” almena, que a su vez procede de peña, roca. El cambio de significado se produce por la semejanza entre las rocas situadas en la cima del monte y las almenas de una fortaleza.
La Penilla aparece documentada en el Libro Becerro de Behetrías de 1352 junto con La Cueva del municipio de Castañeda, pueblo con el que formaba un único concejo. Era lugar de behetría de los Obregón.
El cronista Juan de Castañeda escribió en 1592 en su Memorial de algunas antigüedades de la villa de Santander y de los seis linajes de ella, que la nave que entró en Sevilla, durante la toma de esta ciudad, rompiendo la cadena que iba de la Torre del Oro hasta el puente de Triana era la nao Carceña, llamada así porque estaba fabricada con la madera de este monte.
En el s. XVIII había un molino harinero a orillas del río Pisueña propio del concejo; las tierras de labrantía se sembraban de hortalizas, lino y pastizales para el ganado. Abundaban los frutales. Los profesionales eran: un notario, un maestro, un guarda de campo, un carpintero y varios canteros.
El Diccionario Madoz de 1845 define al pueblo de La Penilla como perteneciente al ayuntamiento de Santa María de Cayón al pie de una montaña; su clima es bastante frío pero sano; tiene 34 casas distribuídas en varios barrios, escuela de primeras letras, la iglesia parroquial de Santa María Magdalena y las ermitas de San Antonio y de San Miguel, ésta última según tradición sirvió de parroquia a varios pueblos comarcanos, y algunas fuentes de buenas y abundantes aguas.
Lloreda
Este topónimo es un préstamo del occitano antiguo laurier `porque deriva del latín laurus- i. La terminación en a procedente del neutro plural latino, subraya el valor colectivo que implica la noción de - bosque de laurel.
Las primeras citas se hallan en el Apeo de las Asturias de Santillana de 1404, donde se citan Lloreda y Los Sotos, era lugar de behetría de mar a mar y había en el un solar del buey que los que vivían en él lo habían heredado de sus antepasados y el Rey poseía como cosa propia; también había heredades de mortorio como behetría del señor de la Vega. El señor percibía de cada labrador, en concepto de infurción, tres maravedíes y al año un monte de tocino. La justicia era del Rey.
En el siglo XVIII había nueve molinos harineros, de los que sólo quedan dos en pie. Lloreda fue cabeza de Ayuntamiento desde el año 1833 al 1860, año en el que se agregó definitivamente a Santa María de Cayón. En virtud del Decreto promovido por el Ministro de Justicia, don Javier de Burgos, bajo el reinado de S.M. regente doña María Cristina de Habsburgo – Lorena, siendo agregados a ésta las localidades menores de Totero y Esles.
El Diccionario Madoz de 1845 define Lloreda como la cabeza del municipio de su mismo nombre, situado en un llano; su clima es templado y sus enfermedades más comunes constipados y fiebres. Tiene 46 casas, escuela de primeras letras, iglesia parroquial de San Juan, otra de Santa Lucía de ayuda a aquella y una ermita de San Antonio. Buenas aguas potables.
San Román
El topónimo de este pueblo consta de dos términos: “San” que deriva del latín sanctus-a-um, sagrado, santo, participio del verbo sancire “consagrar” y la forma apocopada masculina que acompaña a un nombre propio generalizado en el siglo XV. El nombre de Román deriva del patronímico.
Las primeras citas documentales relativas a San Román datan del año 1240 y se refieren a la venta de un terreno. En el Apeo de las Asturias de Santillana del año 1404, se cita el Concejo de San Román y Riaño, behetría de mar a mar; el Rey no tenía martiniega ni otro derecho, salvo los omecillos de los hidalgos y los labradores se avenían con su señor respecto a la infurción.
En el siglo XVIII funcionaban tres molinos: dos de ellos, pertenecientes al concejo sobre el río Pisueña; el otro, de una rueda, se situaba sobre el arroyo que llaman de Rudiles. Sólo se conserva uno de ellos, en una calcera del río Pisueña, que hasta hace poco servía de vivienda a una familia. La relación de profesiones y artesanos de este pueblo en el año 1753 es de un guarda de campo, un maestro de niños, un maestro de navíos, un zapatero, dos carpinteros, varios canteros. Su trabajo no era regular a lo largo del año, sino que trabajaban durante algunos meses. También había en esta época, dos estanquillos de tabaco y una taberna, siendo todos los vecinos del lugar labradores. Las especies de ganados eran bueyes de labranza, vacas y novillas, potros de recría, ovejas, cabras y cerdos. Asimismo había prados segaderos, viñas, huertos de manzanos, cerezos, perales, higueras, ciruelos, nogales, castaños y robles, estos últimos mandados plantar por S.M. el rey para la real fábrica de navíos de El Real Astillero. Se sembraba un año de trigo y dos de maíz con alubias.
Según el diccionario Madoz de 1845, se define a San Román como un pueblo perteneciente al Ayuntamiento de Santa María de Cayón, situado en la falda de una sierra con clima frío pero sano. Tiene 32 casas y escuela de primeras letras.
Totero
El origen del topónimo de este pueblo es el adjetivo latino altus-a-um, que dio lugar a otero. Posteriormente se producirá la tautología de carácter popular “Alto (del) Otero” con aféresis de “Alto Otero > Totero.
Las primeras citas documentales en las que se cita a Totero aparecen en la Historia del Condado de Castilla de Fr. Justo Pérez de Urbel bajo el nombre de Auteris y datan del año 816, como tierras anejas al recién creado Monasterio de San Vicente de Fístoles.
En el Apeo de las Asturias de Santillana de 1404, aparece citado el concejo de Totero, es lugar de behetría de mar a mar y en él no tenía el rey martiniega ni otro derecho alguno; los labradores ajustaban la infurción con su señor. Dominaba desde lo alto la torre Arnero, que se utilizó como prisión.
En el siglo XVIII las tierras se destinaban a plantar maíz y pasto para el ganado. Había un gran monte de arbolado compuesto de robles, acebos y otros árboles llamado Rueda y Calleja, algunos de los cuales se cortaban para la fábrica de navíos de El Real Astillero. Había dos molinos harineros sobre el río Pisueña de dos ruedas cada uno; en la actualidad queda en pie uno de ellos en estado ruinoso.
Según el Diccionario Madoz de 1845, se define Totero como situado en una pequeña eminencia; clima templado en el verano, pero frío en invierno. Tiene 23 casas, iglesia parroquial y dos fuentes de buenas aguas. Perteneció durante unos pocos años al municipio de Lloreda, hasta que definitivamente se unió a Santa María de Cayón.
Santa María
El nombre de Santa María se tomó de la iglesia, fue la primera edificación del pueblo, en torno a la cual se fue formando el núcleo urbano.
La primera cita de Santa María, quizás se localice en el año 816, en la Historia del Condado de Castilla, de Fr. Justo Pérez de Urbel donde se menciona “Santa María de Pangorres”, refiriéndose tal vez a la voz actual de Pangüerras, barrio de La Penilla. Algunas fuentes, sitúan el origen de este pueblo en torno al siglo XII, fecha en la que aparece la fábrica de la magnífica iglesia románica levantada a orillas del río Pisueña. En el Libro Becerro de las Behetrías del año 1352, aparece el concejo de Santa María de Cayón definido como lugar de behetría de los Obregón; pagan al rey monedas y servicios y no pagan martiniega y nunca lo pagaron.
En el siglo XVIII funcionaban dos molinos harineros de dos ruedas, siendo uno de ellos del concejo y situados ambos sobre el río Pisueña. La relación de servicios se componía de una taberna, una tienda de especiería, un sangrador, un barbero, varios canteros, el resto de los vecinos eran labradores. Había un clérigo, cura y beneficiado de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Hoz.
Durante estos años se produjo la emigración a lugares de México y de Cuba de parte de la población, transformándose así la geografía urbana con las casas indianas y las palmeras.
Según el Diccionario Madoz de 1845, se define Santa María como cabeza de municipio de Santa María de Cayón, en un llano rodeado por sierra de montes; su clima es bastante sano; tiene 50 casas, escuela de primeras letras, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y buenas aguas potables.